“Los Fantasmas” Paola Palma Rojas

Primer lugar del Concurso de Cuento «El espacio que podemos ocupar»

 

“Los Fantasmas”

 

Cuando desperté, descubrí que estábamos en medio de una pandemia… al principio, todos pensaron que no sería grave. Volveremos a vernos pronto, dijeron. Se equivocaron. Ya hace mucho tiempo que nadie viene a visitarme.

Las puertas, las ventanas, mis ojos están cerrados.

Ya nadie me recorre. No hay risas, ni abrazos, ni movimiento.

Tampoco hay música flotando por el aire. Las vibraciones de los corazones que soñaban despiertos escuchando esa música se han ido.

Estoy sólo, me siento sólo, pero pienso en ellos. En todos los que venían cada día a visitarme para soñar. Ellos también deben sentirse solos, vacíos, desesperados. Para ellos soy un templo, un refugio, un hogar. Aquí se conocieron parejas, se encontraron amigos del alma. Los solitarios hallaron una familia. Muchos otros, encontraron una vida alterna más plena.

Por años, incluso por décadas, fueron fieles al ritual. Mantuvieron viva la emoción de esas veladas, de esos rencuentros que, aunque parecían repetirse semana tras semana, nunca eran lo mismo. Y así, orientaban todos sus días sólo para vivir juntos de nuevo, esos preciosos momentos de comunión.

Para nosotros el tiempo pasaba distinto… Ahora ya no pasa. Todo está inmóvil.

La enfermedad nos encerró.

Con ella llegó el silencio, la separación, el miedo.

La música ha dejado de sonar. Se acabó el contacto cercano entre dos cuerpos desconocidos. Se acabaron los abrazos, aun entre los que son cercanos.

Nadie viene a visitarme. Soy un lugar prohibido. Inhabitable.

Nadie me acaricia con sus zapatos aterciopelados a ritmo de un sabroso danzón, o de un tango trágico. Se acabó la alegría de la cumbia, la sensualidad de la salsa, el ajetreo de un buen rock and roll. Ya nadie sueña volar mientras baila.

El silencio que sufro es como la muerte. Vivo habitado de fantasmas. No hace falta que me esfuerce mucho para verlos. Tengo tantos recuerdos para evocar que casi se materializan frente a mis ojos. Su reverberación me impregna…

Mis fantasmas son las damas que serán siempre jóvenes dentro de mis brazos. Los hombres comunes que bajo su apariencia anodina son más gentiles y cabales que el príncipe más hermoso de cualquier cuento de hadas. Los muchachos y muchachas tímidos que encontraron en el movimiento del cuerpo una manera para expresar lo que no se atreven a decir con palabras.

Son tantos, en todos estos años, han sido tantos mis visitantes. Llevo impresos en mi alma sus rostros, sus huellas.

A veces, entre tanto silencio, me da por pensar que el fantasma soy yo. Puede ser que esté soñando que existo y no sea así… otros como yo, hace mucho que se fueron. Incluso antes de este encierro, la enfermedad del olvido acabó con ellos.

Ojalá alguien viniera y me despertara de esta alucinación de no-ser. Desearía tanto escuchar a una orquesta llenando el aire de sonidos vivos, de percusiones, de cantos. ¡Eso me haría saber si es que sigo vivo! Sentiría fluir mi aliento, mi corazón latería con ritmo y de nuevo tendría voz.

El espacio que ocupo se ha quedado hueco, abandonado como un cascarón. No me engaño, estoy mudo. En mí sólo queda el silencio y si acaso, el eco de algún objeto mal puesto que, al caer, deja un ruido seco como rastro. Tengo miedo, estoy perdido. ¡Soy un salón de baile! ¡Me muero en el silencio!

 

Paola Vanessa Palma Rojas

 

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